Aguardo los minutos que faltan para que te marches,
el día la hora, el minuto y el segundo en que te largues,
en mis sueños espero la libertad de no mirarte
y que la mano ausente ya no tiemble.
Espero que los pájaros un día se callen,
y que el frío no interrumpa
el correr de mi sangre.
Espero el día en que tu no estar
se vuelva tibio.
Y que tu nombre y las palabras
por tí y para tí se marchen;
se las lleve el aire.
Aguardo el día en que nuestras lenguas
tiren aguijones a la tierra
y que tus dedos se vuelvan
tinta en mis venas.
Espero que te grabes en el cajón que tú cerraste
aquél que convertiste en cárcel.
Espero bajo un árbol sin querer esperarte,
es más la sensación ausente que cubrió mis lagrimales.
Es esta furia que grita en el contorno de tus pasos
sin mirar a tu lado que me quedo
vuelta un eco de palabras
un redoble de tambores ciegos.
Y mi corazón se hace polvo al mirarte
la misma masacre
acaba con la gana de mi silencio.
El pez por la boca muere
sin haber dicho nunca
ni una sola palabra.