Sobre los Fundays .
El
Funday comenzó como un día de música sin esperanzas... Ambos estábamos ahí, escondiendo nuestros ojos. Aplazando
las palabras para ahogarlas más tarde debajo de las almohadas.
Yo mordía mis labios para no gritarte que
desaparecieras. Deseaba el segundo
perfecto para besar a un desconocido y transformarlo en ti, para olvidarte hablando más fuerte y reírme del destino que me había llevado hasta
ahí en ese día.
La
música caía sobre el cemento, casi líquida, resbalaba por la piel en el
ir y venir de los cuerpos que arremetían unos contra otros. En un
instante todo empezó a tener un sentido distinto. Los colores alucinógenos mezclados
en el aire formaron una voluta de gas hilarante, las nubes se tiñeron poco a poco de rojo y el
calor asfixió las conciencias apretadas en la multitud.
Ellos tomaron vida propia, expuestos a sonrojarse de
tenerte tan cerca. No era mi intención, yo los mordía para mantenerlos cerrados. Fue
la emoción de la locura momentánea y la adrenalina. Fueron tus
ojos jugando a la cacería y tu espalda que era golpeada por olas de huesos y carne evitando
que fuera mi cuerpo el que lo soportara.
Fue tu voz entrando en mis oídos, y fueron ellos, mis labios,
los que no pudieron más con la solidez de mi ira y se fueron a refugiar en tu boca. Después
intenté convencerlos de que te irías, de que regresaríamos a nuestra búsqueda del
extraño perfecto.
Mi cerebro no funcionaba bien después de la exposición a la música líquida. Nos
despedimos y había algo en ello que me recordaba el éxtasis, unos cuantos segundos
apoyada en ti me habían dado la felicidad en forma de lata para abrirse y consumirse en el
momento que fuera necesario.
Así comenzó el Funday…
Después
del juego de huir del mundo real y recordarnos, se acabó el coma y
aparecimos en una dimensión diferente, un sueño tal vez.
El
tiempo se detuvo en la misma nebulosa en la que lo
habíamos abandonado. Y explotó con la proximidad de
nuestros recuerdos, con puentes, palabras azules y rojas que
morían por salirse de donde las había amarrado. Así nos duró unas semanas el
encanto del mundo que sólo es nuestro. La risa fácil que seguramente nadie
comprendería, y el intento de sacar al demonio que se atoraba en mi pecho al
hablarte del amor.
Después vino el cortocircuito,
nuestra mezcla de planes y miedo en contra de la exposición a humanos. Nuestras charlas de noche pensando
en el día siguiente y la forma de mantenernos flotando. La prueba venía cumpliéndose
de forma satisfactoria, y el Funday aún no termina…
¿Y
sabes?
We can make it…
Because, we are so far of the floor…