-Viernes 21, del mes cualquiera en el año de la tragedia-
{Llueve, debe anotarse en la bitácora.}
“Su nombre es Virginia Estrada, tiene 19 años. Fue encontrada hace 3 días cerca de la sierra Chimalpequec. Su madre ya ha declarado”
Una luz blanca la deslumbró de forma cegadora, pero sus pupilas negras como las noches de invierno se negaron a moverse; permanecieron exánimes sobre la helada mesa de análisis y ni siquiera pudieron derramar una lágrima, o cambiar un poco de dirección para no mirar más.
Los escalofríos recorrían su cuerpo desnudo lleno de cortes, mientras sus ideas arrancaban la ira y el dolor que ya no sentía, pero sabía que debía sentir. Sus ojos se hundían en el color azulado de las ojeras que su tez guardaba y alrededor del cuello una marca morada que delataba la desdicha .Su piel, que algún día había sido morena ahora era tan pálida, que el horror obligaba a los “vivos” a alejarse y sus miembros parecían incrustaciones de cerámica con venas azules y moradas en toda su superficie. Los labios partidos y blancos con la lengua hinchada y un golpe en una mejilla. Manos que tenían la marca de un amarre, y sus piernas mostrando innumerables moretones, incluso en los hombros había laceraciones, que no evitaban aún así que el cuerpo mostrara una bella joven sobre una mesa de metal helado….
-Una muchacha hermosa ¿no crees Valdivia?
- Si dudarlo ni un segundo Álvarez, es una lastima el final que le han proclamado a tan linda criatura.
- Mm., que se le hará, siempre han de ser este tipo de historias.
Las ganas de un abrazo, o de una palabra de aliento que la hiciera reaccionar a ella o a los que la rodeaban, llenaban su cuerpo de palpitaciones imperceptibles. Pero nada surtió efecto. Todos lloraron. El cuerpo se mantuvo inmóvil. El mundo dejó de ser una luz alba ante sus pupilas abiertas y se convirtió en sombras. Tras el cerrar de una bolsa de látex….
Sábado 22, del mes no importa. En el año de las voces en vela:
Antes había sido totalmente la oscuridad, la soledad y el silencio. Simplemente la vista abierta en un pequeño cajón de anhelos olvidados….frío y lleno de sus restos, ella se contaba cuentos a sí misma para calmar las afonías. Escuchaba el ir y venir en la sala de autopsia, las horas que faltaban ya para la suya. Y sentía el miedo de los demás cajones, los gritos, los bramidos…
Virginia, hacía su dulce voz más fuerte, e intentaba calmarlos con sus palabras y sus cuentos. Pero los desdichados no lo hacían; no dejaban las quejas, no cesaban de decir nombres y de dar descripciones. Que los “vivos” no escuchaban y Virginia llenaba de furia sus oídos, tanto, que en instantes podía percibir el dolor de sus yagas.
Recordaba con cada grito, la noche de la desventura. Cuando caminaba sobre el pasto nocturno al borde de la carretera camino a casa. Cuanto odiaba caminar ese tramo desde que habían empezado los rumores de las muertes; jóvenes como ella habían desaparecido y muchas no habían sido encontradas. Cada tarde después de la escuela ella tomaba el transporte que la dejaba justo a unas calles de su casa. Pero ese día. Oh maldito día que la había obligado a quedarse un poco más para el exámen final del día siguiente. Tomó el último colectivo y durante el camino no notó que el camión era seguido por un auto color cerezo.
Ese autobús seguía por la carretera y ella tuvo que bajarse en medio de la nada. Lo último que había visto era a su amado Armando en su coche cerezo parado en la orilla de la calzada. Ella se acercó a él y le dijo – Cariño! Que sorpresa, me alegra verte- Hola cielo- Dijo él- Sube te llevo a casa.
Domingo 23 del desconocido mes. El año de la promesa:
La matina del domingo se abría. Muchos lugares de la ciudad se cerraban; incluyendo la gran nevera de cajones que la conservaba. Cuanto frío tenía. Cuantas voces taladraban su cabeza sin ilusiones. Ya era domingo. Ella cantaba para sí misma mientras recordaba lo horribles que le parecían los domingos antes de conocer a Armando. Ella le había prometido su vida y su muerte hacía unos cuantos meses. Y ahora solo quería decirle cuanto le amó, cuanto le odiaba. ¿Cómo había podido? Que había hecho ella además de confiar en él?
Virginia se empezó a poner nerviosa cuando el camino acordado no era el que debía llevarse. Y más aún cuando él cerró las puertas. Ella solo le dijo, ¿me llevarás a casa verdad?. Él solo contestó- si, ¿qué más esperabas?- Entonces se paró a la mitad de la carretera y fingió que algo se le había caído bajo el asiento… ella solo sintió el batazo.
Lunes 24 del mes que importa el año de la tragedia:
Virginia escuchó voces y pasos de los “vivos” desde temprano, le agradaba oírlos pues olvidaba casi a los de las cajas que seguían pregonando lamentos. De pronto oyó la voz de su madre. Que hablaba con los médicos. Decíales cuanto le había querido y lo bonita que era. Les contaba que su sueño había sido estudiar leyes. Y que su padre vivía en Nueva York.
Virginia la escuchaba atentamente, y se reía para corregirla cuando decía algo impreciso, así la muchacha se calmó y empezó a sentir el dolor de su cuerpo en cada yaga; lo sentía y profería insultos con la voz gastada. La madre al fin dijo: -¿Dentro de cuánto podremos darle sepultura?-. Haremos la autopsia y terminaremos algunos estudios, después de todas las declaraciones podrán enterrarla.- Contesto Ramírez, el jefe de forenses- Gracias- Dijo la madre con gesto de angustia. – ¿Podría verla antes de marcharme?
Claro. No veo por que no. –Valdivia, lleva a la Sra. Estrada a donde su hija- dijo de nuevo el jefe de forenses. La Sra. lo siguió unos estantes, abrió el cajón y el cierre de la bolsa de látex. De nuevo la luz impactó sobre los ojos abiertos de Virginia que miró a su madre con el ansia de abalanzarse sobre ella. Pero solo pudo gemir un poco, tan quedo que su madre no pudo percibirlo.
La Sra. Estrada besó su frente y le dijo; -Hasta pronto mi vida- Virginia pudo soltar una lágrima que tampoco pudo ser vista. La bolsa volvió a cerrarse y el mundo tornó a la negrura implacable, esa misma tarde Virginia fue bajada para la autopsia y justo en la mesa de análisis, cuando Valdivia realizara el primer corte, la chica parpadeó…. Y un grito portentoso hizo saltar a los médicos.
Ella regresará a casa.